domingo, diciembre 18, 2005

GOBERNANTES Y GOBERNADOS

Desde mi tierna infancia he asumido que la culpa de todo la tiene el Gobierno. Según esta teoría, el ciudadano puede despreocuparse de lo que hace.
MILAGROSA Carrero (18/12/2005)

Desde mi más tierna infancia he tenido muy asumido que la culpa de todo la tienen el Gobierno , los políticos, o los líderes mundiales, según de qué se trate. En esta línea, aprendida desde la teta materna, más de uno piensa que al fin y al cabo los gobernantes cobran para asumir la responsabilidad de cualquier cosa que suceda. Según esta práctica teoría, el ciudadano de a pie, arrastrado por la dinámica del sistema, puede despreocuparse de gran parte de sus actos, puesto que en su insignificante existencia nada puede hacer para resolver los problemas del mundo. Y así nos encontramos, por ejemplo, los habitantes de este país, esperando a que el día 1 entre en vigor la ley antitabaco, para dejar de echarle el humo al de al lado, con lo fácil que sería dejar de ahumarlo desde ahora, por puro sentido del respeto.
Este planteamiento catastrofista, que nos libera de culpa, es una verdad a medias, porque si es cierto que una persona puede hacer poco para resolver los problemas del mundo, también lo es que todas las personas juntas podemos mejorar muchos aspectos de la realidad, sólo con asumir nuestra parte de responsabilidad. Sería el caso del consumo de agua, cuya administración es tan irracional que cualquier esfuerzo individual en este sentido resultaría aparentemente ridículo si nuestra situación, en un país castigado por la sequía, no nos hubiera enseñado la importancia del ahorro individual del líquido elemento. Cierto que la cantidad de agua potable perdida en las canalizaciones más antiguas de las ciudades, es preocupante, que la reconversión de zonas desérticas en campos de golf con vistas al turismo, a pesar del elevado consumo de agua que implica su mantenimiento, resulta escandaloso, y que los sistemas de riego tradicionales, utilizados en cultivar regadíos, son de escaso rendimiento. Y cabe preguntarse qué importancia puede tener que alguien tire de la cadena cada vez que usa un kleenex, y contestarse que no importa nada si hablamos de un caso aislado, pero si consideramos el resto de los hogares de la mayor parte del mundo se suman tantos litros que ya empieza a ser importante.
Los legisladores, y los gobernantes, tienen en sus manos la capacidad de corregir muchos de los factores que ocasionan nuestros problemas. Qué duda cabe que para disminuir los accidentes de tráfico hay que empezar por mejorar las carreteras, eliminando puntos negros, y eso está en sus manos. Está claro que una red viaria puntera, y un buen paquete de medidas coercitivas, que dificulte la conducción temeraria, puede impedir que mañana a usted o a mí nos haga papilla, dentro de nuestro vehículo, cualquier conductor desaprensivo con prisa por adelantar. En esta cuestión ya está todo estudiado, y países europeos, que nos llevan un adelanto de entre 4 y 8 años, como Francia, ya han conseguido reducir sustancialmente el número de accidentes, y de muertes en carretera, aplicando este tipo de medidas. Pero una buena infraestructura, o una adecuada regulación penal, no están reñidas con una temprana educación vial. El típico paseíto , por las carreteras de nuestros pueblos, al atardecer, o en las cálidas noches veraniegas habría causado muchos más atropellos de no haber sido por la precaución de peatones y conductores en las proximidades de estos núcleos de población. Siendo la primera medida a adoptar en este tema, la construcción de aceras peatonales, y carriles diferenciados para bicicletas, no cabe duda que la segunda ha de ser la educación. Y hay que seguir enseñando a los niños a mirar antes de cruzar la calle, y a los conductores a extremar la precaución en las vías próximas a áreas habitadas: A Dios rogando y con el mazo dando .
Cada uno de nosotros es importante. Yo, aunque me esté mal decirlo, soy importante, porque aparte de votar, puedo decidir si tiro, o no, la basura en la acera, independientemente de que haya más o menos papeleras. Y un vecino mío, que respeta celosamente la recogida selectiva de basuras y se molesta en separar las bolsas de vidrios de las de papeles y de las de plásticos está contribuyendo a frenar la progresión del deterioro del planeta, y del mismo modo que ese grupo de compañeros, que comparten coche, están ahorrando energía, evitando el agotamiento de los recursos naturales, y minimizando el impacto ambiental de la acumulación de residuos. Claro que es fundamental que se hayan reunido 150 países en Montreal para intentar evitar el cambio climático, prorrogando los compromisos sobre reducción de gases de efecto invernadero hasta el 2012, y que hayan acordado mantener nuevas reuniones, pero bien vendría que se pusiera de moda esto de ser ecológico. ¿Se imaginan que además de estas medidas globales, que imponen requisitos a las industrias de los diferentes países, la gente, por su cuenta, dejara de comprar detergente, lavavajillas, friega-suelos, limpia-cristales, suavizante, cremas, lociones, desodorantes, etcétera, o que todos evitáramos cambiar continuamente de móvil, ordenador, videoconsola, muebles, vestuario, o zapatos? Para la economía sería un parón, pero los nietos que espero tener, algún día, llegaría a conocer algo parecido a este planeta.
Yo, de momento, tengo la coartada perfecta, para seguir campando por mis cabales a base de cinismo y decir: "Sobre el paro, la siniestralidad laboral, o el comercio internacional, que marca las diferencias, entre el norte y el sur, entre el este y el oeste, no está en mis manos hacer nada. Sobre la pobreza, la ignorancia, y la injusticia del mundo, poco puedo hacer. Y para lo poco que me toca, que se traduce en dejar de producir más una bolsa cumplida de basura al día ¿qué podría hacer yo sola, empeñada en una ridícula postura, ni siquiera austera, de solidario comedimiento en el consumo? Y además, digo yo, que en esto del cambio climático, como en todo, la culpa, culpa, lo que se dice la culpa de lo que pase, la tiene el Gobierno ¿no?".
*Profesora de Secundaria


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viernes, diciembre 02, 2005

¿INTEGRAR CULTURAS O CONVIVIR?

La integración de las culturas es un fenómeno que se produce de manera espontánea muchas veces, pero en periodos muy prolongados.

MILAGROSA Carrero (02/12/2005

Vivimos tiempos revueltos en los que la globalización y el cosmopolitismo conviven con ardientes nacionalismos y con arraigadas creencias religiosas. Son fenómenos, que junto a las grandes desigualdades territoriales existentes en las distintas regiones del planeta, y los incontrolables flujos migratorios de población nos preocupan a todos, especialmente al mundo desarrollado de la vieja Europa. Estos días hemos asistido a la Cumbre del Mediterráneo, en la que han quedado patentes las profundas divergencias, de partida, que separan a occidente del mundo árabe. La ausencia de la mayoría de los líderes africanos y de Oriente Medio han dejado al descubierto la abismal brecha abierta entre dos mundos que, sin embargo, necesitan el entendimiento para lograr una convivencia armónica que favorezca la paz.
Los países europeos, principales receptores de los emigrantes africanos y árabes, entienden que han de contribuir desde el estado de bienestar que gozan al desarrollo de la cuenca mediterránea y al tiempo ofrecer su mediación para acabar con los conflictos armados que padecen algunos de los países de la zona, y con los atentados indiscriminados que se suceden a ambas orillas de la cuenca. No obstante, la desconfianza de los países árabes no puede extrañarnos si tenemos en cuenta la activa participación en la inacabable guerra de Irak, de algunos de los países europeos, como Gran Bretaña, que presidiendo el encuentro hacía previsible el escaso éxito de la convocatoria. Así como las diferencias económicas entre la población europea y la de los países de la margen sur del Mediterráneo son patentes, las culturales y políticas no son menos importantes. Los intereses culturales políticos y económicos de las diversas culturas, lejos de coincidir parecen estorbarse y sin embargo a pesar de los aparentemente irreconciliables planteamientos, los pueblos mediterráneos están, hoy por hoy, abocados a convivir. No hay que irse a América para comprender lo dañino que puede resultar la cohabitación en guetos de las diferentes etnias y culturas. En los países europeos también contamos con más de un ejemplo a no seguir como modelo de convivencia. Recordemos, sin ir más lejos, la explosión de violencia vivida recientemente por la vecina Francia. La historia de Europa está salpicada de ejemplos de cohabitación intercultural con resultados hasta cierto punto comparables. Y esa misma experiencia nos indica la sutil línea que separa una pacífica convivencia de un conflicto interétnico.
Pero para entender estas dinámicas, es necesario salir a la calle y mezclarse con la gente, hasta sumergirse en la cultura del pueblo receptor y del pueblo recibido, del invadido, y del invasor, en unas ocasiones, o del colonizado y del colonizador en otras: Comprobaremos que cada uno tiene sencillamente miedo frente al otro. El miedo es un mecanismo de defensa que alerta a todos los animales frente a lo desconocido, y frente al peligro. Su presencia es natural e incluso necesaria, dejando a un lado las reacciones agresivas. Hay que entender, que un pueblo o civilización que lleva toda una historia de lucha por alcanzar un modelo de convivencia con sus mártires y sus héroes, toda una vida luchando por conseguir el reconocimiento y respeto de unos determinados derechos, sienta pánico por su universo ante la llegada de una cultura extraña, que percibe como agresora. Claro, que si hablamos de miedo, más acuciante es siempre el del emigrante que falto de recursos e ignorante del idioma, normalmente se instala en una comunidad cuyas costumbres desconoce y que desconfía en muchas ocasiones de él.
Admitamos pues, que la primera reacción en el encuentro de dos culturas es de recíproca desconfianza. En España, por ejemplo, tras una dolorosa guerra civil bañada de la sangre de nuestros padres y abuelos, hemos aguantado cuarenta años de vergonzosa y humillante dictadura, esperando ese momento histórico que nos permitiera recuperar un régimen democrático. Muchos han trabajado por ello desde la clandestinidad de aquella pesadilla. El proceso de recuperación de las libertades civiles, ha consistido en una cuidadosa y pacífica transición, en la que se ha evitado herir susceptibilidades y todos hemos transigido. En cuanto a la mujer española, tras años de sometimiento y discriminación, ha logrado en este último periodo de nuestra historia, recuperar la igualdad legal que fugazmente disfrutó en tiempos de la república. Ha conseguido el respeto del conjunto de los españoles, hombres y mujeres, y el respaldo de la ley. La educación, que es mixta en la actualidad e igual para ambos sexos, contempla entre sus objetivos la equidad, la eliminación de los elementos sexistas, los prejuicios, y los roles, que dificultan la igualdad real de oportunidades para ambos sexos. Tiemblo sólo al pensar que mis hijas y mis posibles nietas, puedan volver a convertirse en ciudadanos de segunda . Estos son nuestros valores. Hemos luchado por ellos, y ante la multitud de culturas que nos invaden actualmente, tenemos miedo de una pérdida de identidad, de un retroceso cultural en nuestras conquistas. Pero con todo lo difícil que resulta el problema de la convivencia, la solución la saben hasta los niños: el respeto a las normas de convivencia recogidas en las leyes, y al resto de los ciudadanos, porque si todos evitamos avasallar al vecino y nos movemos dentro de unas reglas aprobadas por un parlamento popularmente elegido ¿dónde está el problema?
Demasiadas veces a lo largo de la historia se han impuesto las costumbres, la religión, o el idioma. Nunca pacíficamente. La integración de las culturas, en cambio, es un fenómeno que se produce de manera espontánea, en muchas ocasiones, pero en periodos demasiado prolongados de tiempo. Pero mirando a corto plazo y pensando en ahora mismo, quizás lo más práctico sea respaldar la legalidad vigente y apoyarnos en el respeto mutuo entre las personas y los pueblos, si no, para una integración de las culturas, sí al menos, para alcanzar una vida plenamente satisfactoria dentro de una convivencia plural.

*Profesora de Secundaria


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