domingo, enero 29, 2006

OTRA CAMPANADA DEL OBISPO URIARTE



¿Quién no quiere la paz? ¿Quién pone zancadillas al proceso? ¿Quién encuentra pegas en todos los caminos posibles que nos conducen a ella? Estamos hablando de cambiar el lenguaje de la violencia por el de la participación política.

MILAGROSA Carrero (29/01/2006

Bien sabe Dios --conocida frase hecha, que sin mayor pretensión me encaja a la medida del tema que nos ocupa-- que me alegro por los vascos de la inmensa capacidad de adaptación que ha demostrado la Iglesia católica a lo largo de su historia.

Con semejantes antecedentes, no me ha sorprendido que el obispo de San Sebastián haya predicado en su homilía conmemorativa de la festividad del patrón local, y en presencia, del alcalde de la ciudad y del mismísimo lehendakari Ibarretxe , que no pueden ponerse obstáculos para lograr la paz, animando a los actores con capacidad negociadora, a lograrla, y a ofrecer motivos que favorezcan esta esperanza . No es la primera vez que Juan María Uriarte , poniendo de manifiesto la asombrosa capacidad mimética de la Iglesia católica, se desmarca de la postura de la Conferencia Episcopal Española, duramente crítica con el Plan Ibarretxe, y absolutamente opuesta a la de los Prelados Vascos, que por su parte, en un texto publicado en mayo del 2002, bajo el título Preparar la Paz , manifiestan su respeto a los modelos políticos que asuman los derechos humanos, y se mantengan en los cauces democráticos.

Tengo que reconocer que, aunque que creo que la Iglesia debería mantenerse al margen de los asuntos de Estado, el obispo de San Sebastián, en esta ocasión, y toda la jerarquía eclesiástica vasca, en varias ocasiones anteriores, están endulzando mi vida últimamente, con su abierto respaldo a un proceso de paz pregonado desde los púlpitos y los medios de comunicación. Y no es extraña la coincidencia en esta necesidad de paz que manifiesta la Iglesia y el pueblo vasco, y los ciudadanos de las demás comunidades autónomas. Es lo que queremos todos, y en este caso Uriarte, identificado con el pueblo, se hace eco del deseo de paz que lo anima.

¿Quién no quiere la paz? ¿Quién pone zancadillas al proceso? ¿Quién encuentra pegas en todos los caminos posibles que nos conducen a ella? Estamos hablando de cambiar el lenguaje de la violencia por el de la participación política en instituciones. Hemos trabajado, y hasta rezado algunos, para que el grupo de opinión, más o menos grande, que hasta hace poco apoyaba a ETA, se aviniera a defender sus planteamientos en el marco democrático, y ahora que parecen existir perspectivas de conseguirlo ¿vamos a buscarle cinco patas al gato?

No voy a felicitar al obispo de San Sebastián por su claro posicionamiento, porque preferiría que la Iglesia se mantuviera separada del Estado, y darle al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios, pero habida cuenta del papel político que la jerarquía religiosa ha desempeñado en los últimos meses, prefiero francamente que intervenga utilizando su sentido común para ayudar a solucionar el gravísimo problema de la violencia, a que lo haga empeñada en poner obstáculos a los encargados de encontrar estas soluciones, alejada de la realidad, y dedicada a sembrar la cizaña entre sus seguidores, desde sus púlpitos, favoreciendo, más que la solución de los problema reales de la gente, la campaña electoral de un partido político en particular.

Es el momento del diálogo y sabemos que Batasuna es un partido ilegalizado que no puede, por tanto, convocar actos políticos, pero en el fondo de la cuestión, son precisamente sus líderes los representantes del grupo de opinión, que probablemente estén en disposición de plantearse cruzar con su electorado la raya de la legalidad a cambio del abandono de las armas por parte de ETA.
Y así se ha entendido, según se desprende de la polémica suscitada días atrás con su convocatoria de asamblea, y de los sucesivos acontecimientos.

Yo espero que el Gobierno entienda el mayoritario respaldo que tiene de la población para firmar la paz con ETA, a pesar de los que, temerosos de un triunfo político de Zapatero , intentan intoxicar este proceso poniendo todos los obstáculos posibles para que fracase.
Y por si a sus miembros les cabe alguna duda del respaldo general que lo avala, sólo tienen que leer la última campanada del obispo Uriarte.

*Profesora de Secundaria



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