domingo, diciembre 10, 2006

Según nuestra poética constitución

Domingo, 10 de diciembre de 2006


Extremadura al día
Milagrosa Carrero Sánchez
09 dic 2006

Va camino de los "30", bueno de los 29 abriles, nuestro desconocido texto constitucional, en el que sin embargo, ciertos artículos brillan por su metafísica belleza. Me refiero al hiper conocidísimo artículo catorce, según el cual "Los españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social", y que la misma constitución contradice en lo relativo a la Ley de sucesión de la Corona, que es un claro exponente de discriminación, en todos sus aspectos.Y no hablo solo del gesto descaradamente machista, que antepone "el varón a la mujer" en la línea sucesoria, y cuya próxima modificación, implicará la necesaria reforma constitucional; si no que el mismo concepto de monarquía es claramente contradictorio con la igualdad de todos los españoles, que nos vemos privados de la oportunidad de ser Reyes, o Jefes de Estado, por el mero hecho de no nacer en una determinada familia.
La discriminación, no sólo está muy lejos de estar resuelta, si no que aparece, como principio fundamental, en instituciones apoyadas por el estado, y financiadas por los impuestos públicos. Es el caso de la Iglesia Católica, cuyos planteamiento jerárquicos impiden a la mujer acceder, no ya al cargo de máxima responsabilidad, el Papado, no ya a los cargos inmediatamente inferiores, Cardenales y Obispos, si no a la básica condición de Sacerdote. Es cierto que muchas empresas plantean sus ofertas laborales, partiendo del requisito de demandar trabajadores de un determinado sexo, pero también es verdad, que la ley ampara a quien se sienta discriminado, o discriminada, por razón, en este caso, de sexo, y ofrece la posibilidad de acudir a los tribunales a reclamar su derecho. En el caso de la Iglesia católica, no hay reclamación posible. Su doctrina mantiene que la mujer, por el hecho de serlo, sólo puede llegar al estatus de "sierva del Señor", o "esposa"suya, pero nunca a recibir el sacramento del "orden sacerdotal", que "imprime carácter", es decir, otorga "poder sobre el cuerpo real de Cristo, y capacidad para encarnarlo y recrear el sacrificio de su muerte".
Para no aburrir a los profanos, y yo tampoco ando" tan ducha", no incido más en este rollo dogmático, y prefiero matizar la diferencia entre la categoría de cura, y la de monja, máxima a la que pueden aspiran las mujeres, en la jerarquía católica. Porque mientras una monja, o un monje, es una persona que hace promesa de castidad, humildad, pobreza, y obediencia, sin recibir poderes adicionales, el orden sacerdotal entrega a los curas el poder de regir, santificar, y enseñar la palabra del Señor, el poder de perdonar los pecados, el de administrar los demás sacramentos, y el de predicar la palabra divina, pues por esta ordenación sagrada el sacerdote es constituido ministro de Dios y dispensador de los tesoros divinos (1 Cor 4,1). Y así, con este sacramento recibe una serie de efectos sobrenaturales que le ayudan a cumplir su misión. "Vamos, que entre ser cura y monja, no hay color".
Y a mí me da pánico pensar, hasta donde el propio Estado, puede llegar a "ignorar", cuando interesa, la carta magna, cuando, no sólo permite la existencia de asociaciones, que persisten en inclumplir los principios constitucionales de la igualdad, si no que además, las financia, favoreciendo, sin pudor, que ejerzan el discriminatorio sistema, que durante siglos ha humillado, y sigue humillando a la mujer.
Pero españoles discriminados hay aun muchos, que acaso, no leerán este artículo, por falta de capacidad adquisitiva para comprar el periódico, y que, seguramente, considerarían superfluo, que me detenga en estos aspectos de la falta de oportunidades, cuando ellos están parados, carecen de una vivienda digna, pasan necesidad, mueren cada invierno, de frío, en las calles, o son expulsados a patadas de los portales, y apaleados, e incluso quemados, en los cajeros de los bancos, cada noche, cuando se cobijan par dormir, y tan solo, por ser, materialmente, pobres. Y sin embargo "Los españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social", según nuestra poética constitución y ojalá algún día logremos que se cumpla.
Milagrosa Carrero Sánchez

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