miércoles, agosto 29, 2007

Ruidos

Puente Ventas M-30




27/08/2007

Eran las 15.30, y yo me dejaba caer en el súbito sopor al que me abandono cada siesta, especialmente de verano, cuando el penetrante sonido de una especie de taladradora me devolvió insistentemente a una obligada vigilia.


No podría trazar una frontera entre el útil y a veces apetecible sonido y el simplemente molesto ruido, y sin embargo todos sabemos cuál es y en qué radica la diferencia que hay que buscar en el propio sujeto que lo percibe. Efectivamente la reacción ante un determinado nivel de decibelios es distinta en un sordo que en una persona que padezca hipercusia. Y en este punto no queda más remedio que acudir a la normativa que marca unos niveles soportables y no considerados como agresivos para quienes estén sometidos a ellos. En nuestro país los aspectos referidos a estos conceptos están desarrollados en la Ley del Ruido.


Pero el problema no es tan sencillo como parece, y así un mismo ruido no molesta igual a las doce del mediodía que en plena hora de siesta, ni perturba del mismo modo si es esporádico o se repite de manera permanente, de ahí la necesidad de determinar unos horarios sobre actividades ruidosas, que si bien no tienen en cuenta al sector de la población, cada día más abundante, que por razones de su trabajo duerme a deshora, procuran responder a las necesidades de descanso más comunes.


HACE UNOS días leíamos en estas mismas páginas las declaraciones del presidente de la Junta, Guillermo Fernández Vara , sobre su intención de transferir a los consistorios las competencias sobre actividades molestas nocivas y peligrosas, al objeto de dotar de mayor protagonismo a los ayuntamientos. Este es un tema que interesa seriamente al nuevo consistorio cacereño, preocupado por el rechazo popular que ha venido suscitando el estricto horario de cierre de bares y otros establecimientos lúdicos en la ciudad, tema igualmente clave de la campaña electoral en los últimos comicios municipales, y que responde a una de las demandas más repetidas por parte de la gran mayoría de los cacereños, trascendiendo al ámbito de debate previsto oficialmente, el Consejo de Grandes Ciudades.


Y sin embargo ocio y ruido no son necesariamente equivalentes, por más que algunos insistan en mezclar los términos con fines claramente políticos. Entiendo que ruido es lo que hacen algunos niñatos con el tubo de escape preparado de sus motos, lo que se oye cuando te tiran el edificio de al lado para edificar, lo que suena cuando a una empresa le permiten practicar publicidad, desde el megáfono de un coche, o el jaleo que media docena de borrachos maleducados pueden llegar a ocasionar, en medio del silencio de la noche, cuando su equipo de fútbol gana la liga.


Yo nunca me tomaría a broma el problema del ruido, sobre todo sabiendo, que en España, el segundo país más ruidoso del mundo después de Japón, nueve millones de personas soportan niveles inaceptables de ruido y que la saturación acústica en muchas ciudades supera el límite de tolerancia, de 65 decibelios establecido por la OMS.


Personalmente exijo que la normativa sobre ruido se cumpla, quiero que se analice, se amplíe y se vigile, pero teniendo en cuenta que el 80% de los ruidos proviene de los vehículos de motor, el 10% de las industrias y sólo el resto de ferrocarriles, bares, locales públicos y talleres, me parece que intentar solucionar la situación limitando el horario de cierre de bares y otros locales lúdicos es una medida simplista y más política que efectiva.


Semejantes soluciones sólo sirven para acallar unas cuantas conciencias, arruinar a unos cuantos empresarios hosteleros, reventar el atractivo turístico del lugar y quitarles a muchos las ganas de quedarse y hasta de venir a vivir a nuestra ciudad. Y como francamente tampoco creo que se trate de penalizar a los ciudadanos que queremos disfrutar de la noche cacereña sin molestar a nadie, espero que brevemente se replanteen, sin mezclar churras con merinas, los problemas del ocio, del horario, y del ruido.


MILAGROSA Carrero
*Profesora de Secundaria

jueves, agosto 23, 2007

PIEL DE TORO

toros bravos en la dehesa, Sevilla: fotos de animales, toros bravos en la dehesa, Sevilla

Extremadura al Día



No ha sentado nada bien entre los anti-taurinos el galardón otorgado por la Junta de Extremadura al torero Ferrera , una reacción, por otro lado, tan previsible como consecuente con los propios fines del colectivo.

Soy capaz de comprender la indignación e impotencia que suscita la entrega de determinados premios a personas o colectivos a los que consideramos agresores nuestros. Me sentí así cuando le fue entregado a Francisco Umbral , un machista recalcitrante que en numerosos escritos ha hecho gala de su misoginia incitado a la violencia contra la mujer, el Premio Cervantes del 2000. Recuerdo que aunque esto no impidió dicha entrega hubo manifestación ante la sede de la Real Academia de la Lengua Española en Madrid como protesta. Algunos opinamos que el arte, la cultura, la ciencia y la tecnología deben estar al servicio de la humanidad, y no en su contra.

Aun más lacerante me resultó la reciente entrega de el Toisón de Oro, la más alta distinción del Estado español, al rey Abdalá de Arabia Saudí, un país en el que no se respetan los derechos humanos de la mujer. La Red Feminista y la Fundación Mujeres hicieron público su desacuerdo. Yo personalmente aun no he logrado superar mi indignación por tan incomprensible distinción.

Pero volviendo al caso que nos ocupa, creo que el debate central no está en lo acertado o no de premiar a un torero, si no en el hecho en sí de los festejos taurinos , más de 2.000 al año, en los que se sacrifican unos 11.000 toros y vacas de lidia, raza que debe su existencia precisamente a capeas, corridas, y encierros, y cuya desaparición acarrearía muy probablemente la extinción de dicha especie.

LOS DEFENSORES de la fiesta de los toros alegan la importancia económica del sector taurino como industria, su potente atractivo turístico, y su arraigo en las más profundas raíces de nuestra cultura.

Efectivamente la fiesta de los toros no deja indiferente a nadie. Despierta pasiones que van desde el amor al odio, y desde el deseo hasta el desprecio. Personajes como Ernest Hemingway y Orson Welles han quedado seducidos por su hechizo. Otros en cambio detestan la violencia gratuita e innecesaria a la que se somete al toro, para ofrecer un simple espectáculo, y protestan por el maltrato infligido al astado antes de darle muerte.

A mí el sufrimiento animal también me preocupa, pero por una cuestión de prioridades me importa en primer lugar el de los animales racionales, sometidos a interminables, y prorrogables padecimientos en las camas de los hospitales antes de morir. Hablo de algo tan deseable para todos como evitar el sufrimiento de las personas que están agonizando, llámese muerte asistida o eutanasia, como mejor os suene.

En cuanto al sufrimiento del resto de los animales, y sin despreciar el de los toros, aunque valorando que sólo se le inflige durante unas horas, a cambio de una vida de lujo en la inmensidad de las dehesas, me perturba mucho más la imagen de esas pobres gallinas ponedoras, enjauladas de por vida en celdas tales que han de permanecer toda su existencia en la misma posición, sin posibilidad material de llegar alguna vez ni a girarse, con el único fin de abaratar costes. Y sin embargo nos consta que este inhumano sistemas de producción de huevos, que hacina a las ponedoras en apretadas jaulas, --insisto-- de por vida, ha dado de comer a mucha gente, salvando probablemente vidas, por abaratar considerablemente el precio del producto.

Con todo, tan solo es un simple ejemplo de una larga lista de animales que padecen encierro y maltrato a lo largo de sus vidas, en granjas industriales de producción ganadera en régimen intensivo, cuyo único fin es vender, buscando una reducción del precio final del producto, que no afecte a su aparente calidad, ni por supuesto comprometa su margen comercial.

¿Y qué decir de los sufrimientos innecesarios de los animales, amontonados en su transporte como fardos durante penosos trayectos a los que a veces no logran sobrevivir?

Premiar a un torero, a un cazador, o al dueño de una granja de gallinas ponedoras, puede que no sea una decisión diplomática que digamos, pero discriminarlos hipócritamente por sus actividades legalmente permitidas aplicando una especie de doble moral tampoco sería razonable.

miércoles, agosto 15, 2007

Oye una canción (crónica del concierto de Serrat y Sabina)


Extremadura al día
13 ago 2007

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"Perdóname si / hoy busco en la arena/ una luna llena / que arañaba el mar /...Es una carta de amor / que se lleva el viento /pintado en mi voz / a ninguna parte / a ningún buzón..." Las voces de Sabina y Serrat se entremezclaban en el hípico de Cáceres acariciando nuestros oídos. Todos cantábamos a coro, algunos con el pañuelo a mano por si alguna indisciplinada lágrima se obstinaba en celebrar la nostalgia de 30 años de recuerdos.

Desde que la primera nota rompió el alborotado murmullo de la noche empezamos a olvidar la hora larga de caravana que nos condujo hasta el recinto. Nueve mil personas estima el periódico, diez mil según mis estimaciones, y contando esa tercera parte del graderío, reservada a autoridades.

Todos esperábamos el concierto antológico de los dos magníficos poetas, y a las 9 de la noche los accesos al hípico volvían a estar, como en cada feria y en cada evento, colapsados. A eso de las 10 los polvorientos caminos privados que atraviesan los aledaños del ferial comunicándolo con el Nuevo Cáceres parecían, en la distancia, sembrados de minúsculas lucecitas, que no eran otra cosa que más coches intentando acceder campo a través, por, pistas de tierra, más o menos improvisadas.

Por desgracia, la ciudad sigue pendiente de que se solucione el incomprensible problema de los accesos al ferial, cuestión que como todas podríamos traducir a términos económicos, y que se aliviaría ensanchando la insuficiente veredita que, a partir de la rotonda, da entrada al recinto

Y con la vieja sensación de que todo sigue igual, logramos aparcar el coche en medio de un descampado, que nos viene haciendo las veces de parking. Llegado a ese punto descubrimos que la cola a la entrada principal llegaba poco menos que --exagerando lo indispensable para que se me entienda-- a la estación de autobuses, por lo que armándonos de valor nos plantamos a esperar otra hora larga para acercarnos, muy lentamente a la puerta, que abrió demasiado tarde, por alguna incomprensible falta de previsión, causando en el pueblo llano y soberano ligeros síntomas de desesperación y el agravamiento de hemorroides, varices, y otras dolencias. Mientras tanto, y gracias a que el concierto estaba organizado por el Comisariado del Centenario de Guadalupe, numerosos invitados entraban cómodamente por una puerta lateral al graderío de autoridades, y que venía a corresponder a una cuarta parte del total de asientos.
Por fin, con la extraña sensación de ser de los pocos que han pagado, y una cerveza en una mano, me mezclo con la cálida muchedumbre, e intento borrar de mi mente la más sórdida imagen de la noche, la alambrada que, como no recuerdo ni en los peores tiempos del franquismo, separaba las gradas de los invitados de las del resto del pueblo, imagino que por una cuestión de seguridad, pero perfectamente justificable, cuando se trata de asegurarse la comodidad de unos asiento con buenas vistas, que solo van a ser disfrutados por una mínima parte de los asistentes.

Y entonces, cuando empiezan a compartirse vasos de plástico, cigarrillos y otras drogas blandas, salen los dos ´monstruos´. Sabina está recuperado, casi guapo, diría yo, y alguna neurona dormida se activa en mi mente transportándome a momentos vividos y soñados a lo largo de los 30 últimos años, y siempre con esa misma música de fondo, y los bellos poemas, un poco nuestros, de sus canciones:
"Partiré de viaje enseguida /a vivir otras vidas, /a probarme otros nombres, /a colarme en el traje y la piel / de todos los hombres /que nunca seré".

Entre pucheros acompañamos con nuestras voces cada tema con entrega, y regresamos, con la miel en la boca, en busca de esa copa entre amigos que culmina una noche especial. Lamentablemente los bares, respetando el estricto horario, ya no servían, y volvimos a casa entre turistas que sorprendidos comentaban: "Qué pena de Cáceres, ¿quien la ha visto y quien la ve", y canturreaban:

"De par en par he abierto los balcones, / he sacudido el polvo a todos los rincones / de mi alma. / Me he dicho que la vida no es un valle / de lágrimas- y he salido a la calle / como un explorador. / He vuelto a tropezar con el pasado/ y he pedido, en el bar de mis pecados, / otra copa de ron. / Y en otros ojos me olvidé de tu mirada / y en otros labios despisté a la madrugada / y en otro pelo / me curé del desconsuelo / que empapaba mi almohada".

martes, agosto 07, 2007

Vacaciones de verano

07/08/2007
1. agosto. 2007
Esto de las vacaciones de verano es un concepto cuya existencia llegué a conocer, sólo de oídas, en mi infancia. Por aquel entonces, escasamente un par de familias de mi pueblo se iban de vacaciones, porque como ni el ganado, ni el campo, dejan de producir durante el verano, la mayoría de ellas, dedicadas a estos menesteres, ni se planteaban salir del pueblo. En aquellos primeros y cándidos años de mi vida jamás fantaseé con la idea de veranear en la playa, ni observé en mis padres y abuelos que tal proyecto les inquietara en momento alguno.

Digamos, que entre los vecinos de la villa no existía, a fuerza de no planteárselo, la necesidad de escapar periódicamente, cada año por las mismas fechas, y en sus mentes no cabía, ni mucho menos, la pretensión de dejar desatendidas sus haciendas, a pesar de lo cual, les mentiría si les digo que los meses estivales se vivían de igual manera que los del resto del año.

Bien al contrario, con el verano se abría la temporada de pesca y las típicas tencas entraban en el menú cotidiano. Pero no sólo llegaban las tencas sino el arte de pescar, que básicamente consistía en tender la caña y permanecer durante horas observando si se hundía la boya . Y para aliviar los rigores de la canícula nos remojábamos allí mismo. Porque, aunque ahora cuesta trabajo imaginar un verano sin piscina, entonces, que excepto en las ciudades, solo las había naturales, no se apreciaba ningún problema en bañarse en las mismas charcas en las que se pescaba y en las que simultáneamente abrevaba el ganado.

XPERO ELx programa estelar, era la nocturna práctica de la corrobla que consistía en sentarse en una silla, en la puerta de la propia casa, a tomar el fresquito , mientras se observaba, dicho sea de paso, bajo un manto de estrellas que no sabría describirles, pero que nunca he vuelto a ver, el goteo de la gente que prefería pasear, y que a su vez iba, ya saludando, ya compartiendo tertulia, de puerta en puerta. Aunque tampoco faltaba el cine de verano, en el que casi nadie pagaba. Lo sé de buena tinta porque era de mi abuelo, y recuerdo que además de los veinte nietos, los hijos y otros parientes, tampoco pasaban por taquilla, ni el cura, ni los guardias, por lo menos, y en general las fuerzas vivas, que se decía entonces. Por lo que a mí respecta, el simple hecho de que, en la estación estival, las monjas no nos obligaran a llevar el uniforme para ir a clase, ya era un cambio importante, aunque continuáramos, con mínimas alteraciones, el horario habitual y ni siquiera se interrumpieran las clases.
Por sorprendente que os parezca entonces nos podíamos sentir afortunados sin ni siquiera pensar en unas vacaciones más allá del pueblo.

Todo esto parece un cuento ahora, que salir de vacaciones es obligado, y que a partir de la luna de San Juan se empieza la conversación con un ¿no os vais de vacaciones? , en cada encuentro, extendiéndose ampliamente sobre este tema, por una elemental cuestión de cortesía, y sabiendo que no corresponder a la pregunta sería tan inapropiado como no preguntar por la familia.

La idea de que hay que desconectar se ha impuesto, y el fenómeno es tan masivo que se produce una especie de huída estival. Los hay que se marchan a conocer otro mundos, y los hay que se conforman con huir del suyo, aunque sea a casa del cuñado o de la suegra, con tal de tomarse la cerveza en los Caños de Meca, en vez de en Cáceres. Los dos planteamientos son muy respetables, aunque no se puede decir que esta experiencia salga barata, porque sin contar las horas de caravana, las esperas en estaciones y aeropuertos, el calvario de preparar las maletas, y el rollazo de deshacerlas, sale, traduciéndola al euro, por un pico y hasta hay quien se empeña para poder pagársela.

Ahora pasar las vacaciones sin abandonar la residencia habitual, de manera voluntaria, es una opción tan impensable, para la mayoría, que casi requiere una justificación, ante los demás, y arduo complicado de explicar, por la sorpresa que causa, sobre todo si la excusa no es buena. Pero ¿cómo decirles que odias deshacer las maletas, y que te espanta la operación salida, que en ningún hotel estás tan cómodo como en tu casa, y que donde mejor duermes es en tu cama, o que además no estás dispuesta a recortar gastos de aquí y de allá, durante todo el año, para salir, también tú, de vacaciones de verano ?