miércoles, febrero 27, 2008

La revolución de los pantalones

Cuando algún amigo, supuestamente feminista, acusa a las mujeres de apropiarse, en su lucha por la igualdad, de roles masculinos, adjudicándonos el de un ridículo personaje de ciencia-ficción que la historia pretende imponernos, acostumbro a pedirle la escritura de propiedad del rol, en cuestión, del que se siente desposeído.
Y no es que yo no entienda que añoren a esa mujer sumisa, dulce, complaciente, generosa, y sacrificada que se pasaba el día cocinando para él y puliendo el suelo por el que él pisaba. Las mujeres hemos sido esos seres a los que se les ha negado -aun se le niega en una parte del mundo- su condición de persona con capacidad jurídica, un estrato servil jurídicamente más parecido al de esclavo que al de ciudadano, una clase social y económica secundaria, un 52% silenciado de la población, sometido a papeles culturalmente impuestos con las mismas herramientas usadas para imponer una cultura sobre otra: la religión, las leyes, el dinero y la violencia.

Sólo partiendo de esta idea tendremos conciencia de que las mujeres muertas a manos de sus parejas, no son fruto de actos aislados originados en una mente enferma, sino la punta del iceberg de una estrategia de sometimiento sufrida por la inmensa mayoría de las mujeres casadas, agravada por la falta de adaptación de un sector machista (hombres y mujeres) de la población a la gran revolución que está posibilitando la emancipación de la mujer.
Milagrosa Carrero Sánchez

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Los comportamientos machistas, como todos los indeseables, hay que atajarlos desde la infancia.

El problema que puedes encontrarte es que quien tenga que educar (padres) estén instalados en el machismo y no corrijan eso en sus hijos.

Después de los padres, los maestros, la escuela son fundamentales. El tema estaba en educación para la ciudadanía a la que se quieren cargar los mismos que con su concepción machista a través de la religión tienen de la vida.

Veo mucho frentismo machista: son much@s los que critican la ley de paridad, utilizando como parapeto una reivindicación de igualdad a justicia cuando en realidad esconden el machismo más rancio.

FRANESCO dijo...

Es que a tu amigo, como a Aznar, le gustan "las mujeres, mujeres"...