domingo, abril 20, 2008

Donde dije trasvase digo tres vasos o travieso

Yo que me tengo por una persona de izquierdas convencida, y de ideas generalmente diáfanas, presumo sin embargo de una saludable conciencia crítica que me permite detectar cuando el torbellino de pasiones de mi condición humana me ha arrastrado a una perspectiva subjetiva e incluso algo egoísta de los hechos. Y uno de estos momentos acaeció a finales de los 70 cuando a punto de acabar las obras del trasvase Tajo-Segura los extremeños nos echamos a la calle para exigir que no se trasvasase ni una gota mientras no se hubieran cubierto nuestras necesidades de desarrollo agrícola, turístico, e industrial.

A algunos le parecerá que esta negativa nuestra a compartir el agua de nuestros ríos puede considerarse insolidaria. Otros creímos, en su momento, que había que priorizar la utilización del agua del Tajo para el desarrollo económico de los distintos sectores productivos regionales, a años luz de distancia de los de aquellas a las que se destinó el disputado caudal.

Pero en aquel entonces muchos nos mordimos la lengua en una especie de pacto de solidaridad que se sostenía en la promesa de un Plan Hidrológico Nacional que comunicaría las grandes cuencas bajando el agua del Ebro a las zonas deficitarias del Levante español, y a Andalucía.

Se ha sospesado hasta la saciedad si el mantenimiento de los trasvases resultaría económicamente más o menos rentable que la desalación de las propias aguas marinas, o si el coste ecológico y medioambiental de los mismos está compensado por los beneficios obtenidos pero, en cualquier caso, los caudales del Tajo llegaron tarde a estos análisis o a nadie le interesa tanta discusión total para tan pocos votos.

Desde que llegó al poder al PSOE le ha venido funcionado la aritmética de los escaños y los mismos trasvases que ayer fueron buenos para algunos, se tornaron por arte de las influencias políticas regionales en malos para otros. Ahora hay que atender a Barcelona y el Gobierno no tiene problema en volver a dar vuelta a la tortilla sin complejos, que para eso ellos tienen la sartén por el mango.

Aquí el análisis es tan simple como echar un vistazo a la composición del nuevo Gobierno de Zapatero e ir asignándole nacionalidad a cada uno de los ministros y de las ministras, en función de donde han pacido más que de donde han nacido, y hago esta reflexión desde un concepto de la solidaridad intraterritorial que tiene poco que ver con este tipo de prácticas. Porque no nos engañemos: Celestino Corbacho no es la cuota extremeña de ministros.

Milagrosa Carrero