sábado, junio 06, 2009

Con anestesia

Cáceres 24 horas. 05.06.2009
Socialdemocrácia.org

Yo estaba en lo que ahora es secundaria, hablo de los 70. Recuerdo que en mi casa veíamos el telediario y luego debatíamos. Mi padre y yo discutíamos sobre Europa, un sueño que se brindaba envuelto en el estado del bienestar. Una Europa de la que se decía que era la cuna de la cultura y donde se valoraba la calidad de vida por encima de cualquier otra consideración. Una Europa que nada tiene que ver con la que los grandes capitales, apoyados por los dos bloques mayoritarios nos quiere imponer ahora. Claro que entonces había que convencer a la población de que el sistema “capitalista” era el bueno frente al de los países del telón de acero. Se insistía hasta la saciedad en que los comunistas eran malos e intransigentes, y que sólo en una atmósfera de “libre economía de mercado” se podía florecer hasta alcanzar el bienestar para “todos”.

Luego entramos en Europa, con un tratado leonino y hubo recortes en la producción de aceite, leche, cereal, acero…Nos enfrentamos a la reconversión industrial. Muchos trabajadores se quedaron en la calle, y se empezó a hablar de la flexibilización laboral. Por lo visto lo deseable era que los empresarios pudieran despedir a la gente a su antojo, o trasladarla sin problemas, siempre en función de mejorar los beneficios empresariales.

Las ideas neoliberales calaban en los políticos de la vieja Europa, y Felipe González nos recortó, a golpe de “decretazo” las prestaciones por desempleo en un 50%, de un par de plumazos, a medida que transfería una ingente cantidad de fondos públicos a manos privadas con diferentes pretextos, como en el caso de la enseñanza concertada, que propició el rápido enriquecimiento de los colegios privados, capital que usaron para especular con sus solares y adquirir cantidades importantes de bienes inmuebles. Siguiendo esta dinámica también se favoreció a la iglesia católica, y ¿cómo no? Se privatizaron muchos servicios públicos, como correos, o telefónica. Es decir: la debilitación de los sectores públicos en favor de los privados, vía transferencia directa de recursos, estaba en marcha.

Y mientras nosotros seguíamos pensando que en la vieja Europa se aspiraba a trabajar entre 35 horas y 40 horas semanales y a jubilarnos, como mucho, a los 60 nos presentan la novedosísima idea de que la jornada laboral semanal pueda ser de hasta 65 horas, el despido barato, la deslocalización de empresas un derecho, y la condición de inmigrante asimilable a la de delincuente con pena de “retención” en campos de concentración, y sin derecho a juicio, hasta 18 meses, etc, etc.

Y la gente no se echa a la calle, es más, se cruza de brazos, mientras que la derecha pone su máquina a trabajar, y saca en parigüelas a sus votantes para beneficiarse de la abstención de los desencantados. ¡Miedo me da de los que por no querer formar parte del sistema hacen como las avestruces que meten la cabeza debajo de la arena!.

Que le regalen el voto a la derecha si es lo que quieren y duerman tranquilos, porque, desde luego, este gol se lo están encajando con anestesia.

Milagrosa Carrero